Confesiones a la deriva de un momento crítico

Estoy destrozada.

¿Qué pasará conmigo?

¿Y si muero mañana?

¿He hecho lo que amo?

¿He sido feliz?

¿He amado?

¿Acaso lo que hice aquella noche fue tan grave?

Mi estómago es un remolino que no me deja dormir, no me deja respirar, me siento incómoda con mi existencia no me soporto, los pensamientos y sentimientos que me atormentan vienen de mi lado más oscuro, soy culpable, he actuado muy mal, soy rencorosa, envidiosa, celosa, manipuladora, he hecho cosas atroces y en estos momentos me siento culpable, culpable por no hacer más, por no ayudar más, por no tener los ovarios para hacer lo que más me gusta por miedo, miedo al rechazo, miedo a aburrirme de ello como me pasa con todo.

No soy suficiente, doy pena, no logro avanzar ni siquiera puedo levantarme de la cama, que pedazo de carne más inerte. Algunos momentos en la oscuridad, en la esquina de mi lúgubre cuarto llega esa voz, llegan las letras de Nach, Selena Gómez, Iron Maiden, System of a Down, Kesha llegan a mi como mi salvación, no paro de llorar y sonreír, me levanto de la cama y reconozco que toda la mierda que soy y todo lo que me invade hace parte de mi, de mi esencia como ser humano, siempre hay una oportunidad para mejorar y reconocer mis errores es una forma de comenzar.

Amo bailar, me desato con Anita, J balvin, Bad Bunny, Becky G, Justin Bieber, BTS, Hyuna, Kesha y me siento mejor, las historias contadas por Iron Maiden me llevan a momentos históricos y puedo sentir el peso de la humanidad sobre mi y “Si yo fuera” de Nach me recuerda cómo sería estar en otra piel.

No puedo imaginar mi vida sin la música, de todo tipo, de esa que llega al alma, de esa que te transporta, de esa que te conmueve y de esa que te hace mover el culo, gracias a ella puedo levantarme de la cama y gracias a ella puedo superar ciertos episodios de depresión, bailar y cantar mal son mi catarsis a toda la porquería que está en mi cabeza.